¡Hora de trabajar!
Al principio recuerdo que escribía de un tirón, sin capítulos, sin estructuras ni planificación, sin metas... Nunca era capaz de terminar una historia porque se me hacía eterno escribirla, sin cambios de ritmo hasta el escritor se aburre.
Luego tras leer mucho sobre el tema y ver varias páginas de escritores me propuse intentar hacer mi propio método de trabajo, unos cuantos bosquejos, algunos folios con ideas, en fin, planificar la historia. He pasado por muchas etapas y creo que finalmente me encuentro en un momento de tranquilidad en ese tema, dispongo de un despacho pequeño, que utilizo también para otras funciones domésticas para qué negarlo, donde he empapelado paredes y puertas con cronogramas, bocetos de escenarios, descripciones y varios tipos de organigramas.

En la actualidad cuando finalizo un capítulo sé que no está terminado, pero me permito unos segundos de admiración por el trabajo hecho, disfruto de ver como una nueva parte de la historia ha nacido para más tarde crecer en las correcciones, madurar con las revisiones y sé que finalmente será ideal en la maquetación.
Terminar un capítulo es superar una meta, un objetivo de tiempo y de esfuerzo y obtener la recompensa de admirar miles de palabras que forman frases espléndidas que se juntarán para hacer párrafos entretenidos o intensos creando así una copia muy cercana de la historia que ronda en mi cabeza.